jueves, 14 de enero de 2010

Distancias, Sufrimiento e Intencionalidad de la Conciencia

Cuando era niño solía atemorizarme cada vez que papá y mamá salían de noche fuera de casa. Angustiado, me aferraba a la reja del portón, mirando a la calle, esperando alguna señal que alivie mi incertidumbre. Tenía miedo de que algo malo les suceda, aunque al final no sucedía nada lamentable, igual sufría y quedó en mí la sospecha del por qué de mi angustia ante la distancia. Luego pensé: tal vez por las malas noticias de la televisión, tal vez por la embriaguez de la ciudad, tal vez por malas experiencias que perduran como resentimientos, tal vez por la oscuridad de la noche… Descubro que esto de la angustia ante la distancia tiene su razón y también tiene su salida; no puedo explicarlo de otra manera que no sea tomando en cuenta la mecánica del instinto de conservación dentro de la teoría del espacio de representación[1] que Silo aporta a la humanidad, distinguiendo la intencionalidad de la conciencia hacia la superación del sufrimiento mental, y con ello también la superación de la violencia.

Interpretando la teoría del espacio de representación, diré, que éste es la pantalla donde se ordenan los contenidos (datos) de la conciencia, y no se trata de un espacio plano pues supone profundidades que hacen a la complejidad del ser humano en la evolución de la vida. Por otro lado, el mecanismo del instinto de conservación es aquel por el cual, los seres vivos alejamos todo lo que nos produce dolor y acercamos todo lo que nos produce placer; es decir, el dolor es un impulso que amenaza la integridad de la estructura del ser, y por ello contamos con un instinto de conservación que actúa alejando los impulsos dolorosos de la estructura del ser (ejemplo: trate usted de mantener la mano en el fuego y verá que su instinto la alejará para que su mano no sea destruida). Está claro que este instinto de conservación corporal tiene su actividad paralela en el psiquismo, concretamente en el espacio de representación, por lo cual podemos hablar de “zonas oscuras de la mente”, donde se almacenan los dolores, temores, resentimientos, angustias… sufrimiento en general; que trata de ser mantenido a distancia, en algunos casos extremos y patológicos por causa de saturación por violencia: bajo llave, ostentando el “olvido” que por última solo desata bloqueos mentales y físicos que no solucionan el sufrimiento en sí, sino que alejan al ser del medio, en un marco de desadaptación que marcha hacia la desintegración. El olvido, es una solución falsa e ilusoria donde triunfa el sufrimiento y la desintegración.

Los seres humanos sufrimos, y es claro que no estamos sufriendo todo el tiempo, esto es importante saberlo si queremos superar ese encadenamiento; es decir, disponemos de espacios y contenidos mentales diversos en los cuales nos enfocamos difusa o intencionalmente según diferentes momentos y circunstancias de la vida, estos espacios y contenidos diversos en cuanto a intencionalidad de la conciencia hacia la superación del sufrimiento mental, pueden entenderse más fácilmente en uno de los doce principios[2] de la acción válida, el principio de acumulación de las acciones, que nos dice: “Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte”. Distinguiéndose en la acción contradictoria o unitiva, la diferencia entre la difusidad (confusión-violencia-desintegración) o la intencionalidad (conciencia-no violencia-trascendencia).

Retomando mi experiencia de angustia infantil, puedo decir que mi “imaginación”[3], al disponer de “luces y sombras”, “aspiraciones y frustraciones”, “dudas y certezas”… en fin, “cosas buenas y cosas malas”[4] (según como lo entendía de niño); contaba con una singular dinámica, donde mi instinto de conservación acercaba lo bueno y alejaba lo malo. Mis padres al estar lejos de casa, también estaban en las lejanías de mi imaginación; es decir, el dato de “mis padres” se mezclaba en mi cabeza con mis contenidos mentales de temor, angustia y sufrimiento mental. Yo sufría porque dirigía mi atención hacia ellos en medio de “las cosas malas”, ya no guiado por mi instinto de conservación sino más bien, tomado por mi sufrimiento mental; es decir, en medio de todo un lío especulativo que más bien finalmente se diluía cuando “mis padres” retornaban sanos y salvos, modificando el emplazamiento de mis datos: "ahora" alejados de mi sufrimiento ilusorio. Claro está que este mecanismo no se supera mientras no se supere el sufrimiento en definitiva, así como también la violencia que lo alimenta.

Pasada la niñez, noté que esto de la angustia ante las distancias resultaba ser un problema generalizado, donde mis mismos padres también se angustiaban durante mis ausencias de casa, también sucedía con amigos, pareja, familiares, y otros seres queridos, combinándose no solo la angustia y el temor por amenazas externas, sino también incluyendo la posibilidad de “traición” de otros seres, como el caso por el que se llega a justificar hasta el absurdo de la guerra para proteger la integridad de algunas naciones ¿?. Todo un tema crónico que intenta ser resuelto mediante una comunicación vaga, difusa e incipiente que en sí misma no brinda garantías para superar esta crisis, aún a pesar del desarrollo material que ha puesto en nuestras manos nuevas tecnologías como el internet, la telefonía móvil, los servicios de espionaje e inteligencia y las grandes redes de medios de comunicación.

Se trata de superar las distancias mediante una comunicación vaga y fraudulenta, pues igual se sufre, y es que se arrastran prejuicios, malas interpretaciones, manipulaciones y sobrestimaciones. El problema del sufrimiento todavía no está superado, y la violencia está ahí alimentándolo; es así como todavía se puede parlotear o escribir mucho (el papel todo lo aguanta) y no quedar en nada excepto la frustración por la ausencia de sentido, he ahí la importancia de la intencionalidad de la conciencia, enmarcada en la evolución de la vida que transciende la confusión y la contradicción mediante “cosas buenas”, o más precisamente mediante actos unitivos cargados de fe, amor y alegría de vivir; para un verdadero diálogo, paciencia y tolerancia en el marco de una actitud de no-violencia, como lo expresa la primera marcha mundial[5] que superando distancias acaba de concluir este 2 de Enero en Punta de Vacas. La no-violencia merece un capítulo aparte, pero es claro que hace parte de la intencionalidad de la conciencia hacia la no-confusión, es decir, hacia la verdadera comprensión que diluye las distancias superando al sufrimiento mental oculto.


Daniel R.


[1] Silo. En Habla Silo, Sobre el Acertijo de la Percepción. Obras Completas Pg. 683 Ed. PyV 2004.
[2] Silo. En Humanizar La Tierra, La Mirada Interna, XIII. Los Principios. Obras Completas Pg. 40 Ed. PyV 2004.
[3] Entiéndase “Espacio de Representación”.
[4] Entiéndase “Contenidos del Espacio de Representación”.
[5] Ver más en: www.theworldmarch.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario